lunes

Cuando mi abuela se enteró de que su marido habia caido preso de otros perfumes y otros abrazos, lo dió por muerto. En cambio adquirió una terrible habilidad para olvidarlo todo, desde las llaves hasta los nombres. Se volvió distraida como una alumna sorda y fria como las mal aconsejadas por la indiferencia. De ella aprendí a jugar damas, a escribir antes del kinder, a leer, a jugar origami y a maldecir.

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